By Roy Batty on 4 mayo, 2012 in ciencia. Fuente
TheCenterForFoodSafety — Andrew Kimbrell
Mi primera experiencia con los peligros de los bancos de semillas a gran escala fue el escándalo surgido alrededor de la colección de Fort Collins, a mediados de los años 80. Los periodistas publicaron artículos detallando de manera dramática el negligente modo en que se trataba los depósitos en el banco de semillas. Numerosos depósitos de semillas estaban esparcidos por el suelo de las instalaciones, había menos personal del necesario, no se realizaban exámenes a las semillas, y había un completo fallo en la regeneración exigida, resumiendo, un desastre de refugio de semillas. Una petición legal de mi organización pareció captar la atención del Departamento de Agricultura de EE.UU (USDA). Pero cuando no se tradujo en una acción real, litigamos. Yo era un miembro muy activo de ese equipo legal. Como tal revisé mucho del material del caso que documentaba el absoluto desprecio del USDA por la salud e integridad de las semillas bajo su cuidado. Esta litigación forzó en última instancia un acuerdo en el que el USDA se comprometía a realizar una Declaración de Impacto Ambiental, de conformidad con la Ley Nacional de Política Ambiental, y las condiciones mejoraron de algún modo en el banco.
Desde esa primera experiencia aprendí que más grande no significa mejor o más seguro cuando se trata de bancos de semillas. Como destaqué en algún otro lugar de esta web, el Centro para la Seguridad Alimentaria (CFS) defiende firmemente la protección in-situ de la diversidad de las plantas, y cuando es necesarion preservar semillas ex-situ, debería hacerse al nivel más local y apropiado ecológicamente. Esta ha sido una de las bases de los viejos temores del CFS sobre La Bóveda Global de Semillas de Svalbard.No sorprende que estos temores se hayan visto recientemente justificados. En Diciembre de 2010, NordGen, la entidad que supervisa Svalbard, despidió a su directora Jessica Kathle. Algunos en NordGen creyeron que se trataba de una “cabeza de turco” para los bien conocidos problemas del banco de semillas, incluídos los contínuos déficits, la significativa falta de personal, y el fallo a la hora de realizar exámenes rutinarios sobre las semillas depositadas para determinar la viabilidad. (http://dagendresen.wordpress.com/about/Dot.) Tristemente parece como la repetición del fiasco de Fort Collins.
Hay sin embargo otra importante preocupación sobre Svalbard. El Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos (GCDT), que ayuda con los costes operacionales de Svalbard, ha recibido casi 30 millones de dólares de la Fundación Bill y Melinda Gates. (Global Diversity Trust, “Funding Status 1-1-2011.” http://www.croptrust.org/main/funds.php) Éste es de lejos el mayor apoyo por parte de una entidad no gubernamental. Como es bien sabido, la Fundación Gates tiene lazos muy estrechos con Monsanto. La fundación Gates invirtió 23 $ millones en Monsanto en 2010 para ayudar a la compañía con algunas dificultades financieras, y ha sido un resuelto colaborador para extender las cosechas modificadas genéticamente de Monsanto por todo el mundo en desarrollo. En 2006 la Fundación Gates contrató a Rob Horsch, un ex-vice-presidente de Monsanto y científico clave en la creación de las cosechas “Round up Ready” durante los años 80, como responsable de su Programa Internacional de Desarrollo Agrícola. Esta conexión de Monsanto con Svalbard es muy inquietante ya que la corporación posee al menos un cuarto de todas las semillas a la venta en el mundo y es el líder mundial en ingeniería genética de cosechas y la patente de genética vegetal (incluída la patente de genes, células y semillas). Monsanto también tiene un historial de una década de perseguir y demandar a miles de granjeros por guardar semillas.
Los Lazos de Svalbard con la Fundación Gates y Monsanto no son el único tema. Sólo dos corporaciones privadas han donado al GCDT. Dupont/Pioner Seed ha donado 1 $ millón al igual que Syngenta. (Global Diversity Trust, “Funding Status 1-1-2011.” http://www.croptrust.org/main/funds.php) Estas dos compañías juntas poseen otro 25% de todas las semillas a la venta en el mundo y están entre los líderes en el campo de la biotecnología agrícola y las patentes de genética vegetal. Así que surje una importante pregunta. ¿Por qué este interés de estas empresas de biotecnología y sus sucedáneos en pagar los costes operacionales de Svalbard? Estas compañías no tienen un historial de preocupación altruísta por la integridad y diversidad de las semillas y de hecho han estado destruyendo dicha diversidad a través de la ingeniería genética y las patentes durante décadas. La hipótesis más obvia es que esas corporaciones ven en Svalbard una oportunidad para obtener un mayor control sobre la genética vegetal del mundo – siendo capaces de utilizar el banco de semillas como fuente de germoplasma que puede ser utilizado para crear híbridos patentables o variedades de semillas modificadas genéticamente.
Para poner a prueba esa hipótesis pedí que el equipo legal del CFS investigara los acuerdos de depósitos de Svalbard. El objeto de este análisis era ver si de alguna forma el contrato entre Svalbard y los depositantes daba una ventaja a estas corporaciones en sus esfuerzos por controlar y patentar genes de semillas. Como revela el memorándum legal, la respuesta a esa pregunta es “sí”. El acuerdo de Svalbard proporciona a las corporaciones que buscan patentar genes vegetales ventajas adicionales en sus esfuerzos.
Determinar esto, en cualquier caso, resultó no ser una tarea sencilla. Como el siguiente memorándum legal indica, el acuerdo de depósito de Svalbard es extremádamente complicado, opaco, a veces directamente engañoso, e involucra cuestiones difíciles e interpretaciones de la ley internacional. La elevada complejidad de este acuerdo de depósito es otra importante señal de alarma con Svalbard. Numerosos bancos de semillas sólo requieren un simple Memorándum de Entendimiento (MOU) con los depositantes. Esto permite el consentimiento informado por parte de los depositantes. Por contra, hay pocas posibilidades de que alguna colección o banco de semillas, especialmente aquellos que son locales, menores en tamaño y/o de países en desarrollo, tenga la experiencia legal, o la financiación para contratar a abogados para descifrar la miríada de complicaciones del contrato de Svalbard. Mientras tanto, el GCDT, y sus colaboradoras compañías de biotecnología y sucedáneos, publicitan que están gastando millones de dólares intentando adquirir colecciones más pequeñas y locales para Svalbard. Como he dicho, estos coleccionistas locales tienen pocas posibilidades de entender, y mucho menos de dar un consentimiento informado, a lo que le puede suceder a sus depósitos. Como se discutirá en el Memorándum, este problema del consentimiento informado, y el tema de la patente corporativa de los genes de las semillas depositadas en Svalbard, sólo puede resolverse a través de importantes revisiones del Acuerdo.
El CFS seguirá monitorizando tanto los aspectos operaciones como los legales de la Bóveda Global de Semillas de Svalbard y proporcionará a esta web nuevo material y análisis de manera continuada.
Ver el Memorándum Legal del CFS
Como alarmante ejemplo del daño que puede causar la usurpación de los bancos locales de semillas por parte de los defensores de Svalbard, y para una crítica mordaz de Svalbard, por favor mira un reciente discurso de Kent Whealy en el Wes Jackson’s Land Institute sobre lo que le sucedió al Seed Savers Exchange, que él fundó y del que se ocupó durante más de tres décadas.
Discurso de Kent Whealy
Respuesta de Kent Whealy
Fuente: http://www.centerforfoodsafety.org/campaign/save-our-seeds/seed-saving-and-seed-banks/
Foto (entrada de Svalbard): Grist.org
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