Las figuras de protección como las Denominaciones Específicas y las Indicaciones Geográficas (IGPs) han evitado la desaparición en España del cultivo de las legumbres, especialmente judías y garbanzos, ante la presión de las importaciones que ya acaparan el 70 ó 80 % del mercado nacional.
Fuente: EFEAGRO. Fecha: 05-12-2011
Así lo ha explicado a Efeagro el director técnico de los consejos reguladores de las denominaciones específicas «Lenteja de La Armuña» y «Garbanzo de Fuentesauco», respectivamente, de la IGP «Judías del Barco de Ávila» y de la denominación de calidad diferenciada «Garbanzo de Pedrosillo», Nicolás Armenteros.
En total, en España se consumen unas 80.000 toneladas de legumbres -unos 2 kilos por habitante y año de media-, pero las envasadoras españolas recurren especialmente a la lenteja de Canadá, EEUU o Chile, al garbanzo de México o a la alubia argentina, boliviana o peruana para abastecer el mercado nacional.
Y todo, a pesar de la diferencia de calidades que en su opinión separa a producto nacional del importado.
En este sentido, afirma que la lenteja procedente de Canadá «deja mucho que desear», «parecen todas clónicas» y los con calibres son casi idénticos, pero «les falta consistencia y sabor», por lo que deberían consumirse «en puré» más que utilizarse para guisos.
Productos autóctonos, recetas tradicionales
Pese a que la legumbre importada inunda el mercado, las empresas líderes en España vinculan sus legumbres con productos autóctonos, con recetas tradicionales y de calidad en sus campañas de publicidad, a pesar de que contienen materia foránea.
En su opinión, esto es un «auténtico engaño» al consumidor, pero que sigue respaldando en su opción de compra este tipo de oferta.
Pese a la presión de la legumbre de diversas procedencias, todavía queda alguna zona productoras, aunque «no demasiadas»: unas 40.000 ó 50.000 has de garbanzos, 18.000 de lentejas y 5.000 ó 10.000 de alubias, según ha calculado Armenteros.
Un producto en «decadencia»
Antes de la adhesión de España a la Unión Europea (UE), y con una gran protección arancelaria, las legumbres se extendían por toda España y había un gran consumo, ha recordado.
Después llegó su decadencia, hasta el punto de que en dos décadas ha desaparecido entre el 70 y el 75 % de la producción española.
La judía es el caso mas significativo, un cultivo que ha quedado reducido a algunos «reductos» que cuentan con la protección de figuras de calidad como la faba de Asturias y las judías o alubias del Barco de Ávila, La Bañeza, Lourenzá, Álava, Tolosa, Guernika, Ibeas de Juarros o «la Moraña».
Un Consejo Regular evitó, por ejemplo, que desapareciese el garbanzo zamorano de Fuentesauco, del que apenas quedaban 50 hectáreas, aunque ahora se incrementado su superficie a más de 600 hectáreas.
El objetivo es rebasar las 1.500, ha resaltado.
Por regiones, la lenteja se cultiva sobre todo en Castilla y León y Castilla-La Mancha, mientras que los garbanzos se concentran especialmente en Andalucía y, en menor medida, Castilla-La Mancha.
A pesar de los problemas, ha reconocido que en los dos últimos años se ha producido cierto resurgir del cultivo gracias a las ayudas de la Política Agrícola Común (PAC) a las legumbres con figura de protección reconocida -que se aplica a través del Plan Nacional de Fomento de Calidad de las legumbres-, entre 80 y 90 euros por hectárea.
La subvención ha permitido, así, que la superficie de la lenteja Pardina de Tierra de Campos (Valladolid) se ha multiplicado por cuatro durante los años 2010 y 2011.
La subida del precio internacionales de ciertas legumbres, como el garbanzo, ante la menor producción obtenida en México por las adversidades climáticas, ofrece nuevas oportunidades.
Respecto a las perspectivas para los agricultores, ha apuntado que del apoyo de las políticas agrícolas a las leguminosas, de los precios internacionales y de la vinculación de estos granos con figuras de protección de la calidad, que aportan valor añadido, dependerá su desarrollo en el futuro.
Porque, tal y como recuerda Armenteros, con rendimientos medios en España de no más de 700 o 800 kg por hectárea de algunas legumbres, y sin una diferenciación de la calidad, el sector nacional «desaparecería en pocos años» frente a países como Argentina, «donde una parcela de judía puede concentrar más producción que toda Castilla y León».