Fecha: 01-02-2013. Fuente: escrito por José G. Fraile para ECOagricultor
Hasta ahora no parecía muy importante de dónde obtenía las semillas que plantaba el agricultor, bien las comprase a empresas o cooperativas agrarias empresariales, procediesen del intercambio con otros agricultores o de haber guardado parte de la producción del año anterior para replantarlas al año siguiente.
Hasta estos momentos, en los que las cosas evolucionan tan rápidamente, nadie se percataba de la importancia de tomar una u otra acción y las consecuencias que ello tiene en el futuro.
Las empresas se rigen por dos valores: Beneficios y Mercado
En un principio, no parece que las empresas ganen mucho con la venta de semillas, pero lejos de esto, las empresas que se están especializando en la venta y tratamiento de semillas están obteniendo suculentos beneficios, en función de en qué país logren hacerse con el mercado. Es decir, lógicamente están obteniendo mayores beneficios donde se logran hacer con más clientes y si terminan o no, controlando toda su producción.
Esto les ha llevado a diseñar varias estrategias que les aseguren mercado, control y mayores beneficios. La estrategia más común es la creación de “marcas registradas de semillas” con respaldo legal contra quien siembre estas sin haberlas adquirido en los términos que ellos han establecido. Al principio para poder introducirlas en el mercado las venden a bajo precio y aseguran grandes rentabilidades, tratándose de semillas procedentes de especies derivadas o híbridas modificadas en laboratorio, lo que no cuentan es que resultan infértiles en dos o tres replantes. También utilizan la técnica de implantar férreas obligaciones sobre la venta de la producción obtenida. Práctica, esta última, llevada a cabo en determinadas cooperativas agrarias empresariales, donde se obliga a los agricultores a la venta “exclusiva” de toda la producción obtenida de las semillas que les compraron, a los precios que ellos convengan, claro.
Con el tiempo y debido a la falta de formación económica de muchos agricultores, las empresas que se hacen con un mercado de esta manera, a la larga terminan obteniendo el monopolio de la producción de semillas (o duopolio si son dos empresas, pero normalmente no hay especializadas en muchos productos, tienen que repartírselo, aunque sean prácticas poco legales). Así, pueden imponer libremente los precios que quieren sobre estas (normalmente al alza) y los resultados económicos de las explotaciones agrarias acabarán siendo controlados por ellas mismas desde el exterior (a la baja). Hecho que está ocurriendo en la India, donde entre otras semillas, las semillas de algodón híbridas han llevado a la quiebra total de muchos agricultores, provocando que muchos de ellos acaben suicidándose (vendidas por empresas multinacionales, procedente en su mayoría de Occidente).
Pero esta realidad, no solo tiene efectos económicos. En general, el monopolio de las semillas, puede acabar afectando negativamente a la biodiversidad del medio ambiente, al alterar el hábitat o la relación que tengan las especies autóctonas con otras especies vegetales o con los animales que conviven con ellas o se alimenten de ellas. Y en particular, además, el monopolio de las semillas, afectará a la diversidad de la especie de cultivo. Las semillas obtenidas de una especie local, autóctona, sobre la que no tenga el control la empresa monopolista, no son “rentables” a nivel internacional, no interesan económicamente y por lo tanto, harán todo lo posible para que desaparezcan. Respecto a esto último, hay sentencias en Estados Unidos, donde los agricultores, al ser infectadas sus plantaciones con polen de explotaciones vecinales de producción “de marca”, estos han perdido toda la producción y además han tenido que indemnizar a la empresa por tener semillas “de marca” sin autorización.
Dada la diversidad aún existente en Europa y el crecimiento e interés en la agricultura ecológica por productores y consumidores, es necesario por parte de todos poner empeño y dedicar tiempo a ésta cuestión, para mantener y no perder la soberanía y libertad que poseemos, de momento, sobre las semillas. No nos podemos dejar engañar con falsas promesas, asegurando cierta capacidad productiva o bajo coste, las circunstancias cambian con el tiempo y más si las establecen otros. A la larga, cuando se cede la soberanía sobre las cosas, los pequeños siempre pierden.
Para evitar esto, muchos agricultores y aficionados a la horticultura están comenzando a intercambiar semillas entre si y saltarse de este modo, el control que pretenden instaurar desde estas empresas. Otro método, no muy difundido pero prometedor, es la creación de bancos de semillas públicos o de comunidades agrarias locales, al que voluntariamente se ceden parte de las semillas obtenidas durante el año, a fin de que éstas pasen a estar disponibles para otros, asegurándose así la conservación y disponibilidad de las mismas y sobre todo, la diversidad y disponibilidad.
No obstante, dependiendo de lo que decidamos hacer hoy, mañana otros tendrán más o menos variedad de productos, poseerán o no el control sobre la cantidad y el tipo de producto que quieran plantar, serán autosuficientes productiva y económicamente, o bien, pasarán a ser un eslabón más de la cadena de producción de otros, que están en grandes despachos a cientos de kilómetros o en otro Continente, un mero empleado que pone su tierra, herramientas y mano de obra al servicio de grandes multinacionales, a los precios que estas convengan. ¡Qué responsabilidad!