Tras décadas entregado a la agricultura industrial y con sus suelos empobrecidos, el campo alavés pelea por recuperar sus viejas especies y su variedad genética
En los años cuarenta del siglo XX la revolución industrial se trasladó al campo. Los monocultivos en grandes extensiones de terreno, el uso masivo de fertilizantes y herbicidas, la homogeneización de las semillas y su manipulación genética convirtieron los campos de prácticamente todo el planeta en enormes fábricas de unas pocas variedades de alimentos. Fue la revolución verde, que acabó con la biodiversidad en la agricultura e hizo desaparecer el concepto de la tierra como medio de sustento de las familias. Los campos pasaron de ser la variada y nutritiva despensa para el autoconsumo de los agricultores o para la venta al por menor, a convertirse en una factoría que surtía de materia prima a las multinacionales.